sábado, 16 de fevereiro de 2008

Corazones indiferentes - turbados em su indiferencia...


"Yo creo que, muy frecuentemente, muchos corazones indiferentes han sido grandemente afectados por los sufrimientos de Jesús:

han sido turbados en su indiferencia,
convencidos de su ingratitud,
apartados de su amor por el pecado,
y atraídos a Cristo al oír lo que soportó en lugar suyo.

Ningún imán puede atraer a los corazones humanos como la cruz de Cristo.
Sus heridas hacen que incluso corazones de piedra sangren.
Su afrenta avergüenza a la propia obstinación.

Los hombres no caen tan abundantemente frente al grandioso arco de Dios, como cuando sus flechas son remojadas con la sangre de Jesús.

Esos dardos que están armados con Sus agonías, causan heridas que nunca pueden ser curadas, excepto por Sus propias manos traspasadas.

Estas son las armas que matan al pecado y salvan al pecador, eliminando de un golpe tanto su confianza en sí mismo como su desesperación, y convirtiéndolo en un cautivo de ese conquistador cuya gloria es hacer libres a los hombres. "


"INTERROGATORIO PRELIMINAR DE NUESTRO BENDITO SEÑOR Y MAESTRO, REALIZADO POR EL SUMO SACERDOTE.

Ellos trajeron a nuestro Señor desde los linderos del huerto; y cuando lo trajeron, lo sujetaban firmemente, pues leemos:

"los hombres que custodiaban a Jesús."

Evidentemente estaban temerosos del prisionero, aun cuando lo tenían enteramente en su poder.

Él era toda benignidad y sumisión; pero la conciencia los acobardaba a todos ellos, y por eso tenían todo el cuidado que los cobardes emplean para retenerlo entre sus garras.
Como la corte no se había reunido en número suficiente para un interrogatorio general, el sumo sacerdote resolvió que ocuparía el tiempo interrogando personalmente a su prisionero.

Dio principio a su maligno ejercicio. El sumo sacerdote preguntó a Jesús cosas acerca de Sus discípulos.

No podemos decir cuáles fueron las preguntas, pero yo supongo que eran algo parecido a estas:

"¿Cómo es que te has rodeado de un grupo de hombres?
¿Qué hacían ellos contigo?
¿Qué era lo que te proponías lograr con ellos?
¿Quiénes eran ellos?
¿No eran un conjunto de fanáticos, hombres descontentos y listos para la sedición?"

Yo no sé cómo el astuto Caifás haría sus preguntas; pero el Salvador no dio respuesta a esta indagación particular.

¿Qué habría podido decir si hubiese intentado responder?

Ah, hermanos, ¿qué cosa buena habría podido decir de Sus discípulos? Podemos estar seguros de que no diría nada malo.

Pero podría haber dicho: "en lo concerniente a mis discípulos, uno de ellos me ha traicionado; tiene todavía en su mano el dinero de sangre que ustedes le dieron como mi precio. Otro de ellos, allá en el patio, antes de que cante el gallo, negará haberme conocido alguna vez, y añadirá juramentos y maldiciones a su negación: en cuanto a los demás, todos me han abandonado y huyeron."

Por lo tanto, nuestro Señor no dijo nada acerca de Sus discípulos, pues no se convertiría en acusador de los Suyos, a quienes vino, no a condenar, sino a justificar. "

Charles H. Spurgeon.

Un sermón predicado la mañana del Domingo 5 de Febrero, 1882
El Juicio de Nuestro Señor ante el Sanedrín

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