terça-feira, 27 de novembro de 2007

El predicador no debe temerle a la gente.

“Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde. Y me dijo: Hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te hablaré, y oye con tus oídos. Y ve y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha dicho Jehová el Señor; escuchen, o dejen de escuchar” (Ezequiel 3:9-11).

Con respecto al tercer capitulo de Ezequiel, Spurgeon dijo,

Ciertamente es un error grave de hoy que los hombres quieran que sus predicadores sean [agraciados y de habla suave]. ¿Por qué sería [eso cierto] si el objetivo es advertir al pecador para que huya de la ira venidera? Me temo que mis hermanos [en el ministerio] olvidan su tarea verdadera, y se empeñan en caerle bien a aquellos a quienes el Señor los mandó a advertir. Si un hombre duerme y lo tengo que despertar, no necesito cultivar una voz de tenor para cantarle y que salga de su sueño, tengo que hablarle con volumen suficiente y distinción hasta que se asuste

(traducción literal de C. H. Spurgeon, “The Message From the Lord’s Mouth,” The Metropolitan Tabernacle Pulpit, Pilgrim Publications, reimpresión de 1972, tomo XXIV, p. 482).

“Tengo que hablar con suficiente volumen y distinción hasta que [el pecador] se asuste”! ¡Amén! Que el Dios de Ezequiel y de Spurgeon envíe a hombres que asusten a la gente en las iglesias. No ministros que le quieren cantar al hombre para que despierte de su sueño, sino ministros que prediquen “con suficiente volumen y distinción hasta que se asusten.” No debe ser simplemente predicación en alto volumen. No, tiene que ser más que eso.
¡Tiene que ser predicación que “asuste” si ha de hacer algún bien! Tiene que punzar la conciencia o no ayudará a los pecadores perdidos. ¡Esa es la necesidad de esta hora apostata!

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