A la hora nona, Jesús clamó con voz potente: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Después, Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios"» (cf. Mc 15,25-39)
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